Imaginemos para fines académicos que todo el aparato burocrático de la administración pública es un cuerpo humano.
Imaginemos para fines académicos que todo el aparato burocrático de la administración pública es un cuerpo humano y, si ese cuerpo se fractura, requiere de un especialista para operarlo.
Si entramos a quirófano, estamos esperando que llegue un profesional de la medicina a ejecutar la cirugía y no un abogado, contador o maestro de secundaria. No porque sean menos o más, sino porque simplemente no es su campo de especialización.
¿Por qué entonces en la administración pública se permite lo contrario?https://d-36392039852661221608.ampproject.net/2206101637000/frame.html
Sin establecer juicio de si es correcto o incorrecto, pensando sólo en términos prácticos, ¿Cuáles serían las consecuencias de que un arquitecto, por más preparado que esté, lleve a cabo una cirugía de tobillo? ¿el paciente volvería a caminar? Seguramente no. Entonces ¿porqué esperamos que en el gobierno sea distinto?
Administrar lo público no es lo mismo que hacer política. El servicio público cuenta con literatura propia, leyes, reglamentos, estructuras que se deben conocer, para que ese cuerpo funcione adecuadamente. Inclusive, incumplirlos acarrea responsabilidad administrativa y penal.
En México -como consecuencia de su historia unipartidista-, la línea que divide a los servidores públicos de los políticos no existe. La frontera es constantemente cruzada. Quien se desempeña como político, una vez concluido su periodo, encuentra trabajo como funcionario, para esperar su próxima oportunidad como político y viceversa.
Muy particularmente, en nuestro país hemos desarrollado un “híbrido puro” -mezcla de servidor público y político-, sobre todo en mandos medios y altos, donde la lealtad es mejor vista que la eficiencia, constituida con personas cuyos atributos están muy por debajo de los más talentosos del país (llamados zánganos en la literatura política) o, desde la perspectiva opuesta, con personal competente, pero sin sentido de lealtad y que la utilizan para satisfacer ambiciones personales (abejas reinas).
No obstante lo anterior, el ejercicio del poder a través de la burocracia, requiere de un conocimiento mínimo para poder desarrollar la actividad, sin el cual, el puesto se convierte en un premio y no en un medio para implementar las políticas públicas.
Tengo la teoría de que todas las cosas mal hechas, tarde o temprano se topan con pared. Todo lo que se ha realizado de forma inadecuada o dejado de hacer, por desconocimiento o dolo, se va acumulando y sale a la luz, las estructuras se derrumban y el malechor queda expuesto.
Llevamos más de tres años de este gobierno, que si bien, acarrea la herencia del híbrido puro, no parece estar privilegiando una estrategia de separación de especialidades entre los administradores y los políticos, sino perpetuando los modelos tradicionales.
Estamos a buen momento de marcar la línea entre ambos mundos o, en su caso, de buscar un balance para el bien de todos. Imaginemos nuevamente, ¿qué sería de nuestro país si se logra reunir en un mismo funcionario capacidad y compromiso? La administración pública es un ser vivo y requiere de especialistas para operar.