Rosario Piedra, titular de la CNDH, dijo no adivinar las peticiones de las mujeres que tomaron las oficinas de la Comisión en la Ciudad de México
“No somos adivinos”, fue la respuesta que Rosario Piedra ofreció, a la pregunta sobre ¿cuáles eran las demandas de las mujeres que tienen tomadas las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos?
No se tiene que ser adivino para saber que algo anda muy mal en la CNDH. En principio, no es lo mismo tener calidad moral, para comprender las violaciones a los derechos humanos, que tener la capacidad para dirigir, coordinar u organizar una entidad constitucional. Se requiere mucho más que buena voluntad. En todo caso, Rosario Piedra, bien puede ser una consejera del organismo, una garante externa, una asesora.
Las renuncias o despidos súbitos, entre ellos, de los Titulares de la Primera y Sexta Visitadurías, que ella misma designó, nos pueden acercar a un diagnóstico más claro.
Las mujeres que, desde la primera semana de septiembre de 2020, se manifiestan en la CNDH, sin entrar al análisis de las formas, nos revelan un hartazgo ante la falta de atención y sensibilidad. Sin mencionar los hallazgos de kilos de carne gourmet, en los refrigeradores de la Comisión. ¿Las oficinas alternas deben tener un comedor? Tal vez sí. No obstante, vuelve a chocar el discurso con la realidad y con el sufrimiento de las víctimas.
¿Qué pueden estar buscando las manifestantes?: ¡justicia!, atención, seguimiento. En las noticias y redes sociales podemos encontrar, de manera muy sencilla y de forma clara, cuáles son algunas de sus demandas: 1. Servicios médicos y acceso a medicamento; 2. Despensas; 3. Programa de empleo; 4. Recursos para las declaratorias de violencia de género en los estados; 5. Retirar la campaña mediática “Cuenta hasta 10”; 6. No descalificar el movimiento feminista; 7. La emisión de una recomendación general por violencia feminicida.
Ahora, independientemente de las demandas o de que se hayan tomado las oficinas, lo que todos estamos perdiendo de vista, en especial, la CNDH, es que, lo verdaderamente importante, son los seres humanos, las víctimas, sus familiares que se desgarran de dolor. Yo me indigno por el abuso sexual de menores de edad. También me duele el alma.
El fin de semana visité la calle de la República de Cuba 60, sede de la manifestación y, no se necesita ser adivino, para sentir el dolor de tantas víctimas que sí tienen nombre y apellido y una demanda específica: ¿dónde están? Karine Berenice Ornelas Salas, Anahy Sarazúa del Ángel, Yahaira Cruz Hernández, Nitza Jazmine Valdivia Quiñones, Luis Obed, Aldo Oliver Guerra Medina, Pedro Damián Garza Hernández, Brandón Abinadi Pérez Avilés, Crecia Naurely Ávalos Hernández, Maura Guzmán Sánchez, entre muchas y muchos más.
No es ser adivino, es cumplir con el mandato. Ahí está la ley. El artículo primero de la Constitución obliga a todas las autoridades a promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos. Entre las atribuciones con las que cuenta la CNDH, de acuerdo con su ley, está la de conocer e investigar a petición de parte o, de oficio, presuntas violaciones de derechos humanos.
Los hechos y seres humanos están ahí. Sólo es cuestión de organizarse y de cumplir con las demandas ciudadanas aplicando la normatividad. ¿Podríamos dejar de pretender ser adivinos y empezar a ser servidores públicos comprometidos? Los niños, niñas y adolescentes lo demandan.