México ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en abuso sexual, violencia física y homicidio de menores de 14 años. Se estiman hasta 4.5 millones de casos por año y sólo el 2 por ciento se conoce por denuncia. Estas son las aterradoras estadísticas de la violencia infantil en el país.
Tenemos un verdadero problema. Los números son terroríficos, pero más aún, ¿qué estamos haciendo al respecto? No sólo el gobierno. Nosotros. Sobre todo, si tomamos en cuenta que el enemigo está en casa. Casi el 90 por ciento de los perpetradores son conocidos de los niños y niñas y, más del 50 por ciento, son familiares, entre tíos, primos, padrastros y hermanos. La edad promedio de estos monstruos es de 30 años.
¡Creánlo! sucede en nuestros nucleos familiares. Niñas, niños y adolescentes están sufriendo agresión y ellos no se pueden defender. ¡Tenemos la obligación de cuidarlos! Debemos creerles y estar muy atentos a sus cambios de comportamiento, seguramente, éstos, nos están gritando de una manera desesperada por ayuda, porque simplemente los volteemos a ver.
Conozco muchos casos de violencia infantil. Uno en especial, donde un pequeño fue acosado y violentado sexualmente durante la mayor parte de su infancia. Los padres se voltearon a otro lado. No lo protegieron. Imagine usted la desperación y confunsión de este niño cuando llegado el momento, buscaba la protección de sus padres y éstos eran indiferentes. Si sus padres no lo ayudadaron, ¿a quién podía recurrir por protección? Ahí están los números. Sólo les queda, por el amor divino, convertirse en un guerrero o una guerrera y supervivir.
Pero, ¿cuántos de estos pequeños que son obligados a supervivir logran hacerlo verdaderamente? El camino está lleno de obstáculos: tabaquismo, alcoholismo, drogadicción, prostitución, deserción escolar. Es un verdadero milagro que, una niña o un niño agredido, logre llegar a la edad adulta y recuperar el rumbo.
Ahora, cuando el niño o niña crecen, ¿puede denunciar? Claro que sí. ¿Denuncian? Claro que no. Existe un estigma social sobre aquellas personas que han sido abusadas sexualmente. Cuando se atreven a hablar, una revictimización. La primera reacción de las personas obligadas a su cuidado, es de negación, porque es muy doloroso aceptar la realidad. Interiorizar que no se tuvo el cuidado necesario. “Hijo, eres muy imaginativo, de seguro lo soñaste, tu abuelo es incapaz de dañarte… no quiero volver a oírte hablar de eso”.
Nuestra niñez no puede seguir oculta a plena luz. Debemos comprometernos para que puedan brillar en plenitud. Una vez más, una oportunidad fundamental para ello, es que nuestro gobierno genere estadística seria, garantizando levantamientos periódicos y confidenciales, con información sobre la protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, que nos permita comprender el problema en toda su dimensión y actuar en consecuencia.
En nuestras manos está protegerlos. Nuestras niñas y niños son el activo más valioso de México. Si abrimos un poco más los ojos, ¡sólo un poco más!, podremos cambiar su realidad, durante la infancia, y bindarles una mayor oportunidad en la adolescencia y adultez.
Sueño con un México libre de violencia infantil. Juntos, se hará realidad.